punto de venta

Relatos en el punto de venta

Para nadie es un secreto que en los últimos meses pagar, en general, cualquier ítem, alimento o servicio dentro de la UCAB se ha convertido en toda una situación. Que si no pasa el punto, que si sí pasa pero 20 minutos después, que si mejor vamos a comprar para otro lado, que si se repite la historia, que si no quiero hacer más cola, ¡ya basta!

Sin embargo, como no hay mal que por bien no venga, en este caso, se puede agradecer que no se está solo, si no todo lo contrario, que desde trabajadores, profesores y estudiantes, todos compartimos la misma aventura: pasar la tarjeta por el punto de venta y salir con la mayor cantidad de vida posible de la traumática experiencia.

Para eso, los ucabistas han relatado parte de las ocurrencias que han tenido cuando se hallan en la gran espera para que el punto de venta cumpla su función.

El punto es el punto

Emily Pinto, estudiante de tercer semestre de Comunicación Social, demuestra su cara de aburrimiento apenas es interrogada acerca de los puntos de venta y su interacción con ellos. “En feria he pasado hasta media hora para lograr pasar el punto, he pasado la tarjeta hasta tres veces y al final dice error en la transacción”.

Su alternativa para cuando no hay tiempo de hacer colas kilométricas y no tiene efectivo encima es que trae algo de su casa para paliar el hambre. Según su ya practicado método, suele comerse galletas poquito a poquito para engañar al estómago de que esta comiendo bastante, menos mal –menciona- que pocas veces ha tenido que recurrir a él ya que usualmente logra comprarse algo de comer en medio del caos.

Por otro lado, Carliana Chan, estudiante de sexto semestre de Ingeniería Civil, es bastante precavida. “Es cuestión de tiempo. Si una persona tarda 20 minutos y lo multiplicas por la cantidad de personas que tienes adelante, te darás cuenta de que se te puede ir toda la hora de comer haciendo la cola”.

En ese momento, Chan activa el comodín: pedirle a un amigo. Entonces, su amigo paga y luego ella le paga de vuelta, y viceversa. De esa manera ha evitado pasar hambre en la universidad aunque reconoce que es excepcional cuando no trae comida ya que usualmente ese es su plan A, el cual no falla, nunca falla.

Y es que los estudiantes no son los únicos afectados por el proceso. Cruz Rivero, auxiliar de la biblioteca del Centro Cultural Padre Carlos Guillermo Plaza también se le complica sacar el dinero de sus pagos. “Mañana nosotros los trabajadores cobramos las utilidades y el banco lo que nos esta dando son 10 mil bolívares por cajero y 10 mil por taquilla. ¿Qué hace uno con eso?”.

Pero ese no es el punto. El punto es el punto. De venta. Con respecto a ese tema, Rivero cree que también se debe hallar una solución, porque no es posible que tenga que pasar hambre aunque realmente la comida se le dé a beneficio y por lo tanto no tenga que pagarla. Ni pasar hambre.


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Por otro lado, Juan Manuel Gómez, socio del clásico Cafetín de la universidad, ubicado entre módulo 2 y 3, explica someramente qué es lo que pasa con los puntos de venta: “Supuestamente es un problema de plataforma, eso quiere decir que no es solo aquí en la universidad sino, según lo que uno escucha, en todas partes también. Yo podría tener 50 puntos de venta, si la plataforma no me ayuda, no sirven para nada”.

El punto es la alternativa

Es por eso que, para que no estén vivos quienes deban sufrir la cola, que en el cafetín se ha implementado un plan en el cual se acepta la tarjeta conjunto a la cédula de identidad como forma de pago, y se da en cambio lo pedido por el estudiante. Así, se puede ir a comer, ir a clases, y a actividades extracurriculares, ir al gimnasio e ir a una obra de teatro, y luego volver a tiempo para esperar los 30 minutos faltantes para que la tarjeta sea pasada por el punto de venta.

En el caso de Gómez, ha tenido que cambiar su rutina diaria debido a esta situación. “Me la paso aquí pegado todo el día, perdiendo el tiempo mijo. Ahora, en la hora pico siempre tengo que echar la mano aquí pero esto es perder el tiempo”.

A pesar de eso, Gómez bromea –o no- con estudiantes y profesores recomendándoles que se vayan a clases por un buen rato y luego vuelvan, después de todo la cola es larga, llegando a tener hasta 20 tarjetas esperando a ser pasadas.

Cuando Rivero, el auxiliar de biblioteca se enteró de que podía dejar su tarjeta y pagar mientras esta hacía la cola por él, se emocionó inmensamente. “Ves, esa si es una alternativa, si es así, bueno, al menos puedo aplicar esa cuando sea necesario”, afirmó.

Pero a pesar de que este fenómeno ha afectado a todos los establecimientos dentro de la U –y fuera también-, poco a poco se empiezan a generar nuevas alternativas tecnológicas que ofrecen una solución rápida y satisfactoria tanto como para compradores como para vendedores: se trata de Vippo.

Vippo es, según lo expuesto en su página web, una organización multipaís dedicada a desarrollar medios de pago eficientes, rápidos y cómodos. Con Vippo puedes realizar pagos a través de tu celular, sin importar la tecnología ni tu operadora telefónica. Puedes pagar por mensajes de texto, a través de su app o vía web.

Daniel Gómez, encargado del kiosko de El Turpial, expresa que Vippo lo ha ayudado a agilizar los pagos, a pesar de que es una plataforma nueva que no muchas personas conocen, y de que a veces solo se logra usar eficazmente a través de la app en teléfonos inteligentes.

“El estudiante se tiene que meter en Vippo, descargar la aplicación en su teléfono inteligente, transferir el dinero desde el banco que él prefiera a la aplicación, y luego, desde Vippo, mandas un mensaje de texto a ese código que tenemos colocado allí y automáticamente a mí me llega el mensaje el cual transfiere el dinero a mi cuenta”, explica Gómez de cómo hacer para pagar con esta revolucionaria app.

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