Andrés Enrique Dellacasa Guerra nació el 11 de abril de 1996 y desde niño dejó claro que el deporte es fundamental en su vida. Con un balón o con una pelota de goma, Dellacasa se divertía jugando fútbol mientras se imaginaba que estaba en un importante duelo de una Copa Mundial. De hecho, junto a su hermano menor, Juan, protagonizó intensos partidos caseros que finalizaron en decenas de adornos rotos que sacaban de quicio a su padre, Ítalo, quien es profesor en la escuela de Comunicación Social.
Cuando no estaba dándole patadas a cualquier objeto que se asemejara a un balón de fútbol, Andrés estaba escalando árboles, corriendo o buscando la manera de quemar la energía que aún hoy lo acompaña. De hecho, para concentrarse y estudiar para sus exámenes de primaria, inflaba globos y los utilizaba como pelota mientras corría por los pasillos de su casa.
Antes de iniciar en el balompié, Andrés pensó en jugar béisbol por sus cualidades a la hora de batear, pero la pasión que desata el fútbol lo terminó atrapando y hasta el día de hoy, nada ha cambiado. Luego de ver muchas veces a la vinotinto junto a sus abuelos y tras cientos de partidos disputados en los recreos del Colegio San Agustín El Paraíso y en su urbanización, ingresó al equipo del colegio. Luego de probar en varias posiciones del campo, decidió ponerse los guantes para defender la portería agustina.
Junto a su hermano Juan y mejor amigo, quien nació en 1997, Andrés defendió la camiseta del Colegio San Agustín en distintas ligas de fútbol menor caraqueñas. Por sus años de nacimiento, cada dos temporadas, los Dellacasa eran los protagonistas de la defensa agustina, siempre apoyados por sus padres desde las gradas de cualquier cancha a donde iban. Actualmente, Juan es jugador profesional en Atlético Venezuela.
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Un golpe que cambió todo
A los 13 años, cuando estaba en octavo grado, Andrés vivió un accidente que por poco termina en tragedia. Dellacasa salió a cortar un pase elevado enviado desde un tiro libre y mientras estaba en el aire, recibió un rodillazo de un jugador rival por un lado y de un compañero por el otro, lo que ocasionó que el joven arquero soltara el balón y cayera casi inconsciente sobre el césped de la cancha del Colegio San Agustín. La magnitud del golpe fue tal, que sus padres y uno de sus entrenadores entraron corriendo a la cancha sin importar que el árbitro del juego señalara la falta.
Fue a partir de ese momento que Andrés vivió los peores minutos de su vida, pues el dolor que sentía era tal que no podía moverse y tuvo que esperar a que un representante ingresara su vehículo a la cancha para poder trasladarlo a algún centro médico. Tras un estresante recorrido, los padres de Dellacasa decidieron llevarlo a la Clínica Metropolitana, donde Andrés fue ingresado de manera urgente al quirófano. Ahí le salvaron la vida. Si hubiesen llegado unos minutos más tarde, la historia hubiese sido completamente distinta, pues tras el fuerte golpe, el bazo se rompió prácticamente por la mitad y esto ocasionó un derrame interno.
Los meses posteriores al accidente cambiaron la vida de Andrés. Tras la operación, estuvo en cama por un mes, volvió a caminar dos meses después y no fue sino hasta el cuarto mes cuando pudo regresar al colegio. Luego de un largo año de recuperación, Dellacasa regresó a las canchas. A pesar de haber estado muy cerca de la muerte, jamás pasó por su cabeza dejar de jugar, pero el golpe recibido en aquel partido le dejó muy claro algo: cuando va a salir para despejar un centro aéreo, debe subir la rodilla para protegerse, cosa que le recordaba su padre desde las gradas en cada uno de los juegos.
Luego de superar el shock ocasionado en aquella dramática tarde, Andrés ve la vida de manera distinta. Es un joven alegre, que vive cada día con mucha pasión valorando cada momento como si fuera el último, siempre con una sonrisa.
Un glorioso regreso a las canchas
En los siguientes años, Dellacasa siguió defendiendo el arco de su colegio, hasta que se graduó de bachiller. El siguiente paso estaba claro: estudiar Contaduría en la Universidad Católica Andrés Bello, casa de estudios que ya había conocido tiempo atrás y único lugar en donde hizo trámites para ingresar.
Tras cinco semestres, decidió subir a la cancha de fútbol para desempolvar sus guantes y regresar a las porterías, buscando volver a sentir la pasión que lo acompañó desde cuarto grado. En el equipo de la Universidad se encontró con un grupo muy unido. Con una gran familia que lo acogió desde el principio. Con unos jugadores que a pesar de tener poco tiempo entrenando juntos, tienen la química de un conjunto formado muchos años antes. Un equipo en el que nadie camina solo y en el que es imposible pasarla mal.
Apenas comenzó en el equipo, Andrés disputó dos competiciones: el Torneo Ibérico de Plata 2017 y la Liga Premier Universitaria (LPU), por lo que tuvo bastantes oportunidades para volver a vivir la adrenalina que generan los partidos de fútbol. Fue en la LPU donde vivió una de las mejores tardes de su vida. Tras una buena actuación del equipo en la fase de grupos, la UCAB clasificó a la Final y enfrentó a la UCV.
Partido de infarto
El inicio del encuentro fue difícil para los ucabistas, pues iniciaron perdiendo 2-0, pero con una espléndida actuación en el segundo tiempo, la UCAB logró empatar el partido y todo pasó a definirse en la tanda de penales. Fue ahí cuando llegó el gran momento para Andrés. Tapó el primer disparo de UCV, pero se adelantó mucho, por lo que el árbitro mandó a repetir el cobro. Esto no desconcentró a Dellacasa, pues también detuvo la repetición. Hizo lo propio con el segundo y tercer disparo, dejando todo servido para que su compañero Anthony Valera le pusiera punto y final al encuentro… y no falló. Adivinar la dirección de un penal es complicado, pero Andrés lo hizo cuatro veces. Tapar un penal es muy difícil, pero Andrés lo hizo cuatro veces. Tapar cuatro penales de cuatro intentos es casi imposible, pero Andrés lo logró.
Este fue uno de los momentos más alegres de su vida. Sus compañeros lo alzaron en brazos, su familia lo abrazó. Con cada tapada de Dellacasa, la barra ucabista presente en el partido estallaba en júbilo, cosa que al final se tradujo en lágrimas y montones de abrazos y felicitaciones que Andrés no había vivido antes.
Una de las claves para ganar la final se vivió un día antes del partido, cuando el cuerpo técnico reunió a los jugadores y les mostró una sorpresa. Un video en el cual los familiares de cada uno de los jugadores les deseaba suerte, les mostraba su apoyo y les repetía el orgullo que sentían por ellos. Un gesto simple, pero muy significativo que impulsó a Andrés y a sus compañeros a dejarlo todo en la cancha, tal cual como lo hicieron.
El campeonato no fue casualidad. Se debe al enorme trabajo que todo el equipo realizó durante meses y con este mismo grupo, Andrés espera ganar al menos tres campeonatos más, para que sean recordados y reconocidos como una de las selecciones que más alegrías le dio a la UCAB.