Súper simpática sin ser falsa en ningún momento. Profesional pero sin ser excesivamente formal. Inteligente y comprensiva, llevando una conversación con un completo desconocido de la manera más llevadera y amable posible. Era demasiado fácil enamorarse de Sabrina como persona. Ella tiene 21 años, vive en La Guaira, no dice groserías, ama el periodismo con locura y está a punto de graduarse de Comunicación Social.
Periodismo en Venezuela, un reto
Sabrina empezó a escribir desde que estaba en bachillerato, abrió un blog y hablaba de todo. De la cotidianidad, de lo romántico y lo rosa, algunas veces escribía historias que tenían continuidad semanal. Entró a la universidad, y lo tuvo que dejar por falta de tiempo. Pero en el mismo momento en el que lo dejaba, empezó a gestarse en ella otra manera de escribir, una que consideraba más útil y con un mejor propósito: descubrió que podía ayudar a los demás a través del periodismo.
Empezó a plasmar realidades que quizá la gente que las vive no es capaz de manejarlas y no tienen la voz para hacerlo. “Tú puedes ser esa voz, y creo que ahí está lo bonito. Puedes ayudar de cierta manera, quizá no puedes intervenir o no puedes accionar más allá del hecho de contarlo, pero ya contarlo es importante y creo que las cosas hay que contarlas para que quienes realmente puedan ayudar, sepan lo que está pasando”, comentó la estudiante de décimo semestre. Y es que Sabrina escribe bien, escribe bonito, siente que puede transmitirle algo a la gente, darle una voz a aquellos que no la tienen.
“Si un árbol se cae en medio de la nada, y nadie lo ve no va a pasar nada, pero si una persona lo ve y lo cuenta entonces alguien va a poder solucionarlo”
Sintió un profundo dolor cuando la concentración de periodismo no abrió el año pasado, especialmente en estos momentos paupérrimos en cuanto a libertad de prensa y flujo de datos. En estos momentos en donde parece que nada puede salir bien, que no vale la pena intentar hacer algo. En esos momentos de decadencia y oscuridad es donde ella piensa que más se necesita de personas que hagan un esfuerzo y trabajen bien. “Tuve la oportunidad de hacer eso acá y de aprender de ello”, dijo Sabrina. Ella siente que de una manera u otra aventaja muchísimo a los periodistas venezolanos.
Sabrina bloguera vs Sabrina periodista
Ella cree que no ha cambiado, sino que ha descubierto otra parte de sí misma. Siente que la Sabrina de antes era mucho más romántica e idealizaba mucho más la vida. Aunque todavía no ha perdido esa parte, ha sabido integrarla con su parte más analítica y fría que va más allá de la idealización.
Un estilo de afrontarse a la vida que se extrapola a otras relaciones en su vida.“La vida no es un cuento color de rosa donde todo es hermoso y bonito, hay otras partes que hay que saber analizar con cabeza fría, y ante esas dificultades se necesita tomar un impulso para hacer las cosas cada vez mejor. Si voy a hacer algo lo voy a hacer bien. Si no, no lo voy a hacer”, enfatizó.
Ante la pérdida
Cuando tenía 14 años su mamá falleció de cáncer y su relación con el elemento muerte cambio: “siento que es egoísta cuando quieres que una persona no se vaya solo por ti. ¿Por qué no dejar que esa persona descanse?”, expresó Sabrina. Siempre tuvo eso muy claro, tenía que seguir adelante por ella, “ya no la voy a ver sufriendo. Yo estoy bien porque sé que mi mamá ahora está bien”.
Nathasha Contreras, más que una cara seria
Sabrina piensa que la pérdida es inevitable y que lo importante es vivir hasta que llegue. Ese espacio antes de que llegue es lo que se tiene que disfrutar. “Quizá es en parte por como pensaba mi mamá. Siempre alegre hasta el final, siempre con nosotros. Y así deberíamos vivir la vida, sin dejar que las pérdidas le ganen a las cosas buenas”, resaltó.
Dentro de pocos meses, Sabrina se graduará y tendrá que dejar atrás Venezuela, y es fácil ver las semejanzas ante esta otra pérdida. Disfrutando y aprovechando cada momento que le queda en el país mientras se mantiene estoica, independiente, intrigada y emocionada ante la idea de estar sola y probar estudiar o trabajar en otro país, en el que el socialismo no la haga huir nuevamente.
De ausente a identificada
Las autoridades que suelen estudiar la identificación de los estudiantes con la universidad suelen encontrar cuatro grupos: los totalmente identificados con la UCAB, los que se identifican solo con la UCAB como institución, los que se identifican solo con los estudiantes de la UCAB, y los ausentes. Estos últimos no se identifican ni con la institución, ni con los estudiantes. Sabrina cree que ella se encontraba dentro de los ausentes.
“Creo que yo en un principio era de los que iban a clase y se iba. De un semestre para acá, quizá el tema de VidaUCAB cambió eso. Yo empecé como servicio comunitario pero de verdad le he agarrado demasiado cariño. Fue una manera de integrarme, algo que no había logrado porque no me identificaba con ninguna agrupación. VidaUCAB me dio la oportunidad de hacer lo que me gusta, de conocer gente, de pertenecer a algo. Antes, venia, estudiaba y me iba a mi casa, eso era. Entonces quizá estoy saliendo, saliendo tarde del espectro de los ausentes”
Siente que le va a doler perder su rutina en la universidad y se lleva de VidaUCAB “gente demasiado increíble, gente con la que me identifico mucho y que si los hubiera conocido antes, hubieran sido mi grupo de la universidad. Un grupo de esos con los que cada uno de nosotros fantasea. El grupo de los reencuentros años después de graduados. Un grupo que va más allá de los amigos de la carrera. Quizá eso me hubiese pasado si los hubiera conocido antes, porque son gente increíble”, concluyó.
Se va tranquila, además, porque sabe que pudo aportar a VidaUCAB algo que le faltaba: mucha estructura. Porque hay que admitirlo, a veces podemos ser desordenados, pero quizá, también eso es parte de nuestro encanto.
Escrito por José Youssif.