Su nombre es japonés –significa verde- y su apellido es catalán. El papá la nombró así debido al gran interés de él por la cultura japonesa. Al parecer poco después de su nacimiento su padre se hallaba cautivado por una historia de aquella cultura extranjera. Nació en Caracas, pero se crió en La Guaira; se mudó a a la capital para estudiar en la UCAB y ahora reparte su tiempo entre el MOIT, Teatro UCAB y su carrera de Comunicación Social.
Pero Midori, cuando inició secundaria tenía otros planes para sí misma: quería estudiar medicina y especializarse en cirugía neurológica. Más allá de la curiosidad por la cultura, sentía una gran ambición por tener entre sus manos el poder de salvar la vida de una persona. Para ello, fue una estudiante muy aplicada en bachillerato, tratando de obtener buenas notas en cada examen y también participando en modelos de naciones unidas. Como resultado por su esfuerzo, Midori entró en el cuadro de honor de estudiantes egresados de su colegio.
La ilusión de salvar una vida fue pronto puesta a prueba por su opuesto: la posibilidad de no ser capaz de rescatar a alguien de la muerte. Esta fuerte impresión causó en Midori la desilusión de convertirse en médico y abrió su mente hacia sus otras habilidades inmediatas: “¿Para qué soy buena?”.
En el colegio halló que muchos de sus compañeros proyectaban sobre ella un perfil de periodismo, y hasta un apreciado profesor dijo lo mismo. Desde ese momento en adelante, según Midori, ella se propuso ser periodista de investigación, reportera de CNN y mucho más.
Del pueblo a la Gran Caracas
Ahora que Midori había reenfocado sus sueños, ya se hallaba preparada para aplicar a las universidades donde podía estudiar. Sus opciones, previamente discutidas con sus padres, fueron tres: La Universidad Central de Venezuela (UCV), la Universidad Monteávila (UMA) y la UCAB. Pero, la UCV fue considerada – por ella – como demasiado insegura, y la UMA como de difícil acceso sin automóvil. Así que, de nuevo, su opción realmente solo fue una: La UCAB.
Así que se mudó a la Gran Caracas. “Ciudad del caos” -la llama-, se mudó a Santa Fe, a casa de su tía abuela quien la recibió con mucho cariño pero con mucha disciplina, imponiendo sobre ella los ojos de una abuela protectora.
“En Teatro UCAB y en el MOIT conocí demasiada gente buena… yo no sabía que la universidad estaba llena de tanta diversidad”
Momentos difìciles
La tía abuela de Midori había tenido cáncer de mamas. Radioterapias, quimioterapias y múltiples operaciones después, el tumor había desaparecido. Pero en los primeros semestres que Midori cursaba en la universidad, la enfermedad volvió a aparecer: en un pecho sin mamas, el cáncer aún tenía fuerzas para dar pelea.
Este momento fue emocionalmente complicado para Midori. Entre sus clases rutinarias y luego, al llegar a casa, el cuidado intensivo de aquella, hizo que fueran semestres especialmente agotadores. Menos mal que su tía abuela es una mujer fuerte que, según me cuenta la estudiante, la motivaba a no dejar de ponerle cuidado a cada una de sus materias.
Midori no perdió ninguna de sus asignaturas y pudo continuar, dentro de las circunstancias, normalmente su carrera universitaria. Mientras, otra tía o su madre, se hacían cargo de cuidar a su familiar.
Su tía abuela, debido a que era una reaparición de la enfermedad, pronto se mejoró y está de nuevo trabajando apasionadamente. Midori dice que ella no es de aquellas personas que se echa a morir sino que todo lo contrario, halla siempre razones para seguir adelante.
Teatro UCAB y el MOIT
Decidió aplicar para Teatro UCAB, en donde volvía a sentirse como esa niña disfrazada en carnaval. Su natural capacidad para expresarse dio al traste con lo que los reclutadores del teatro buscaban y pronto tuvo asignada su primera clase encima de las tablas.
Por otro lado, se encontró con el Modelo de la Organización Internacional del Trabajo (MOIT), al cual también aplicó con ganas de rememorar su pasión por el debate. Ciertamente, Midori había intentado múltiples veces ingresar a varios Modelos de Naciones Unidas en la universidad sin resultado, y fue en esta recién descubierta agrupación donde halló su lugar para brillar.
Adriana Toro en la universidad que crece y hace crecer
Atravesando este paralelo camino, Midori encontró en ambas organizaciones algo qué apreciar: en el teatro descubrió la multicolor variedad de personas y personalidades que habitaban en el campus; en el MOIT, halló la motivación para interesarse en temas de conocimiento mundial.
En el teatro aprendió acerca de expresión corporal, proyección vocal, aprendió de la creatividad y seriedad detrás de un ensayo teatral; y en el MOIT puso la cereza sobre el helado al representar al gobierno de Alemania exitosamente en su último debate llevado a cabo en la sede de la UCAB en Guayana y ganar de segundo lugar como Delegación Sobresaliente en mayo de este año 2017.
Ambas actividades extracurriculares, en su propio universo, le concedieron a Midori el alimento para nutrir espacios vacios dejados allí por los cambios nunca cesantes de una vida en desarrollo. Sus ánimos se recuperaron y hoy en día dice:
“Yo no era de repartir amor, y ahora es como que quiero abrazar a todo el mundo. El MOIT y el Teatro me cambiaron muchísimo en ese sentido. En general, la universidad me ha enseñado demasiado”, concluyó.